martes, 28 de febrero de 2017

La larga decadencia de Andy Schleck

Hace más de dos años que el talentoso escalador luxemburgués colgó la bicicleta para siempre. Cada vez menos gente recuerda al hombre que se postuló como el líder de la oposición en el reinado de Alberto Contador, que buscó derrotarle cuando parecía intocable y que como legado dejó una épica cabalgada camino del mítico Galibier.

Su retirada en el invierno de 2014 era algo esperado. Años de calvario habían acompañado al luxemburgués, años de tormento en el que las caídas y los problemas habían sido el pan de cada día para un escalador que rebosaba calidad por los cuatro costados.

Un primer golpe llegó tras el Tour de Francia 2010. Abatido después de rozar la victoria en la “Grande boucle” el mejor joven del Tour tuvo una ligera depresión de la que consiguió salir a base de practicar la pesca.
Se sobrepuso y retomó su carrera sin ningún problema, a pesar de volver a tropezar al año siguiente con el Tour, 2º de nuevo, esta vez detrás del australiano Cadel Evans. Nadie podía imaginarse que con tan solo 26 años Andy nunca volvería a ser protagonista en la ronda francesa. Su luz se había apagado aunque nadie pudiera imaginárselo, el escalador que se exhibió en el Galibier no volvería a aparecer nunca más.

Sus problemas comenzaron en el invierno de 2011. La estructura Leopard Trek –donde militaba nuestro protagonista- y la estructura Radioshack, dirigida por el belga Johan Bruyneel, se fusionaban formando el equipo Radioshack Nissan Trek, un equipo plagado de figuras pero en el que los hermanos Schleck no parecían encontrarse del todo cómodos. La dirección del aclamado director Johan Bruyneel no parecía gustar a los hermanos Schleck que nunca llegaron a mantener una buena relación con el belga.
Así pues en medio de un ambiente enrarecido daba comienzo la temporada 2012. Una primavera desastrosa en la que ni siquiera había asomado la cabeza en las Ardenas, con un triste 50º en la Lieja, su prueba fetiche, vaticinaban una más que posible mala actuación en su objetivo del año, el Tour, donde además no le acompañaba el recorrido, con más de cien kilómetros de contrarreloj.

El punto de inflexión para el luxemburgués llegó un siete de junio. Andy se encontraba disputando la Dauphine-Libere, un ensayo general de cara al Tour. Ese día el pequeño de los Schleck sufría una dura caída en la contrarreloj. Días más tarde abandonaba la carrera con fractura del hueso sacro, fractura que le impedía correr el Tour de Francia y que daba casi por cerrada su temporada. Comenzaba el calvario para el escalador luxemburgués.   

Su 2013 fue un tormento continuo. Incapaz de acabar una carrera hasta abril, cuando-por fin- cruzó la línea de meta en la Lieja-Bastogne-Lieja, prueba en la que acabó el 41º, lejos del vencedor. Volvió al Tour, prueba que como hemos contado no pudo correr en 2012, pero su nivel estuvo a años luz del hombre que fue segundo en tres ocasiones y que se llevó tres etapas. Buscó ser protagonista, ser el mismo escalador que años antes dinamitaba la carrera cuando ésta se empinaba, pero fue en vano. Lo más destacado fue su movimiento en el primer paso del Alpe d’Huez en la etapa reina, cuando, en un acto de orgullo, se movió lejos de meta, tal vez queriendo sentirse como el escalador que dos años antes regaló una exhibición camino del legendario Galibier. No pudo ser. En París fue vigésimo, a cuarenta y dos minutos de Chris Froome. Cerró la temporada como la empezó, sin poder acabar en Lombardía, Montreal y Quebec. Nadie contaba ya con el pequeño de los Schleck, relegado a una segunda o incluso tercera línea en el pelotón mundial, después de dos temporadas en blanco. Andy a pesar de todo no perdía la ilusión y miraba con entusiasmo al nuevo año que se acercaba, donde el objetivo volvía a ser el Tour.

Lejos de los focos, el luxemburgués mantuvo la dinámica de los últimos años y pasó totalmente desapercibido en la primavera de 2014. El calvario se prolongaba para un Andy incapaz de darle la vuelta a la situación, incapaz de volver a ser el hombre que era antes de sufrir la caída que condicionó su carrera en la Dauphine. Ni el retorno a la competición de su hermano Frank, sancionado por positivo en el Tour de Francia 2012, consiguió que alcanzara un buen nivel.

En el Tour de Francia el destino tenía guardado un último golpe que acabaría definitivamente con el pequeño de los Schleck. Una montonera en la tercera etapa de la ronda francesa atrapaba al luxemburgués, que no pudo hacer nada para evitarla. Rodó por los suelos. Rodilla destrozada. Al día siguiente abandonaba la carrera y cerraba para siempre su capítulo como ciclista. Nunca más se puso un dorsal, la cuarta etapa del Tour de Francia 2014 fue su último día que compitió como ciclista profesional.

Un nueve de octubre Andy Schleck convocaba una rueda de prensa en la que comunicaba su retirada del ciclismo profesional. Acababa así con tres años de sufrimiento, tres años en los que no fue ni la sombra de lo que era, en los que sufrió por acabar carreras. Pero el luxemburgués dejaba un legado propio que difícilmente será olvidado por los aficionados de este deporte.



domingo, 26 de febrero de 2017


La mala suerte de Igor Anton


Muchos ciclistas han sido perseguidos por la mala suerte a lo largo de su carrera deportiva. Existen muchos ejemplos, tales como Zulle, el suizo miope que sufría caídas constantemente o el francés Jean Robic, ciclista vencedor tras la segunda guerra mundial del Tour de Francia, que sufrió todo tipo de lesiones.

En este siglo XXI tenemos unos cuantos ejemplos. Robert Gesink, el holandés que milita actualmente en el equipo Lotto NL Jumbo, ha sufrido todo tipo de percances en su ya dilatada carrera deportiva. En los años 2009, 2011 y 2012 sufrió caídas en el Tour que lo lastraron físicamente, en 2014 se le detectó unas arritmias cardíacas y en ese mismo año cuando marchaba 7º en la Vuelta a España no le quedó más remedio que abandonar la carrera debido a complicaciones en el embarazo de su mujer. Sin duda al holandés le ha perseguido la mala suerte en su vida como ciclista.

Otro buen ejemplo en nuestro siglo podría ser Mauricio Soler, que tras un brillante Tour 2007, sufrió todo tipo de caídas hasta que finalmente una, sufrida también en el Tour de Suiza, le obligó a colgar la bicicleta

Pero nuestro protagonista, que como nuestro anteriores ejemplos conoce bien a la mala suerte, es otro. Un vizcaíno nacido en 1983 en la localidad de Galdakao, cerca de Bilbo. Un ciclista que explotó en la Vuelta a España de 2006, cuando se impuso en la cima de Calar alto, aprovechándose -brillantemente- del marcaje entre los favoritos de aquella Vuelta: Vinokurov, Valverde y Sastre

Situémonos ahora dos años más tarde, en pleno 2008. Una buena primera parte de la temporada, donde destaca su etapa, liderato y 3º puesto en el Tour de Suiza, presagiaba una buena Vuelta a España, su objetivo del año al que acudía como líder del conjunto Euskaltel y donde por primera vez se le cruzaría nuestra otra protagonista, la mala suerte. 

Y eso que empezó con muy buen pie la ronda española. Euskaltel, un equipo acostumbrado a ocupar las últimas plazas en las CREs, fue 2º en la CRE inaugural. Salvó la contrarreloj, su talón de Aquiles, cediendo menos de 2 minutos con Contador y apenas 1’ con el vencedor del Tour de aquel año, Carlos Sastre. Sin duda las cosas marchaban de maravilla y el primer contacto con la montaña corroboró que Igor había llegado realmente fuerte. 6º en Andorra y 4º en Pla de Beret, aguantando los cambios de ritmo de todo un Contador, se colocó 7º en la clasificación general, pensando ya en la jornada que decidiría la Vuelta, la 14º con final en el durísimo Angliru. Tristemente el escalador vasco no pudo asaltar el podio en la cima asturiana. Una fatal caída en el peligroso descenso del Cordal acabó con sus sueños y le obligó a retirarse sin poder iniciar la ascensión en la que aspiraba a adueñarse de una plaza en el podio de Madrid. Con fractura de clavícula y trocánter no le quedó más remedio que aplazar ese sueño hasta el 2010, pues las secuelas de la caída le lastraron durante todo el año 2009, donde fue incapaz de recuperar un nivel alto, arrastrándose tanto en el Tour como en la Vuelta.

Pero la ópera prima de Igor todavía estaba por llegar. En una larga jornada con final en el tendido Andorra Igor se mostró excelso, batiendo a todos sus rivales. No saltó al cambio de ritmo de Mosquera, que se llevó consigo a Nibali y Purito, decidió coger su ritmo y fue pasando uno a uno a todos sus rivales para lograr una nueva victoria y colocarse nuevamente de líder, esta vez con un buen margen de cara al tríptico montañoso que se avecinaba. Eufórico, el vasco fijaba la mirada en el próximo final en alto, el corto pero duro Peña Cabarga. Pero esa mala suerte que parecía que le había dejado respirar apareció nuevamente, esta vez en el llano previo a la ascensión, donde un tronco derribo al líder la carrera y lo arrastró por el suelo rompiendo en mil pedazos su sueño de coronarse en Madrid y su codo. Con el cuerpo hecho añicos no le quedó más remedio que decir nuevamente adiós, un adiós que le dejaba totalmente minada una moral frágil. 


Volvió en 2011 pero ya nunca sería el mismo. Ver pasar dos grandes oportunidades dejó abatido a Igor, que desde esa maldita caída solo pudo enfrentarse a sus fantasmas en 2012, con un insuficiente 9º puesto a pesar de intentarlo en su terreno, la montaña. 

Como epílogo tenemos a un Igor enfermo en la edición de 2016, una edición que había iniciado fuerte con un 7º puesto en el muro de Ézaro, cerca de los mejores. Dos días después de este pequeño resurgir enfermó y no le quedó más remedio que abandonar días más tarde, débil y sin fuerzas.

Damos por acabado aquí este artículo, pues Igor vuelve a la carga en este 2017 y confiamos en que esa mala suerte que no ha parado de perseguirle le respete en su 12ª temporada como profesional.